lunes, 19 de septiembre de 2011

Siempre en estado de espera...


Eran las once de la noche cuando se encerró en el cuarto de baño de su casa y echó el pestillo. Se apolló unos instantes en la puerta, encendió el iPod y puso una de esas malditas canciones que le recuerdan a una lo desgraciada que es. En ese momento se le vino a la cabeza el primer beso que le dio, fue entonces cuando pudo sentió sus piernas temblar de nuevo. Fue callendo poco a poco y se acurrucó en el suelo.
La simple idea de que ahora él la estuviese acariciando la desarmó por dentro. La desgarró y deshizó, pero no pudo soltar una sola lágrima. Lo imagió besandola como la había besado a ella hacia solo unos meses y sintió más que nunca la  necesidad de sacarse el corazón del pecho.
No sabia lo que tendría que aguantar de ahora en adelante y no paraba de preguntarse qué hizó mal para merecerse eso. Cuando lo único que había hecho era dejar que la amaran, si lo que ese hombre había hecho con ella, podría llamarse amar. Cosa, que ella dudaba.


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